Un guardia civil: “Si hubiésemos detenido a ETA como se hace por maltrato no habría 800 muertos”

Este guardia civil denuncia la arbitrariedad con la que se realizan miles de detenciones relacionadas con la llamada violencia de género. El reputado psiquiatra José Cabrera determinó que “ni había sido ni era un maltratador” y que su caso es un “disparate judicial”.

Actuall saca a la luz un nuevo caso de denuncia de la incidencia que tiene la Ley Integral de Medidas Contra la Violencia de Género en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, algunos de cuyos miembros son víctimas de esta legislación que produce detenciones ilegales, invierte la carga de la prueba, avala la presunción de culpabilidad del varón y alimenta toda una industria ideológica, legal y asistencial.

En este caso, se trata de un miembro de la Guardia Civil, que aceptó en conformidad una condena de seis meses acusado de maltrato psicológico y de haber dado un leve empujón a su entonces mujer sin que se produjeran lesiones. Sufrió una sanción laboral de cinco días por falta grave.

Tiempo después fue detenido con una calificación de “riesgo extremo” por citar un proverbio de Confuncio, circunstancia de la que salió absuelto por la Audiencia Provincial. Hasta el reconocido forense psiquiatra José Cabrera señaló de “disparate” su proceso judicial tras evaluarle en profundidad y certificar que nunca ha sido un maltratador.

Su nombre, su imagen y su voz, han de quedar distorsionadas por motivos de seguridad.

¿Hay una formación suficiente en la Guardia Civil sobre cómo abordar estos asuntos?

Bajo mi criterio no, porque hay unidades especializadas, que tampoco son especialistas como pueden ser Tráfico, Montaña, Información, Policía Judicial. No son especialistas. Son personas que cogen exclusivas para ese cometido y que ellos se autoforman.

Tienen sus seminarios, pero no con la fuerza que tendría que haber. Y no hay una unidad de criterio entre los diferentes cuerpos policiales. Quizá debería haber algún tipo de seminarios continuos de todos los cuerpos para unificar criterios para que no haya ese miedo al “y si” y al final salgan perjudicadas personas inocentes que no tenían que haber pasado por un calabozo.

Hay gente que no lo supera. Genera un daño porque la psique de cada uno es como es. Hay gente para la que pasar por un calabozo le da lo mismo y gente que sale realmente dañada.

De hecho yo he podido ver hace bien poco que una persona a los pocos días de salir del calabozo por una denuncia que se me antoja injusta (que ni le denunciaron, fue de oficio) falleció a los pocos días. Un hombre con 45 años. Le dio un infarto. Si estaba relacionado, pues no lo sabemos. Pero…

¿Cree que hay un cierto grado de arbitrariedad a la hora de realizar detenciones?

Las detenciones en principio las llevan a cabo las patrullas, que son las primeras que se encuentran con el pastel ante la llamada. Los patrulleros evidentemente valoran y cuando hay una agresividad, lo normal es llevarse a la persona preventivamente detenida para instruir diligencias.

Luego es el instructor el que decide en base al VPR (Valoración Policial del Riesgo), a lo que él va a valorar, si esa persona se queda detenida o no. Los VPR van desde el “no apreciado” hasta el “extremo”.

Para el “no apreciado”, la Instrucción 5/2008 de la Secretaría de Estado de Seguridad dice bien claro que se actuará con las mismas medidas operativas y asistenciales que con cualquier otro denunciante. Es decir, como si usted va a denunciar el robo de un coche. No debe pasar de ahí.

Sin embargo, la mayoría que son “no apreciados”, en muchas ocasiones se detiene. ¿Por qué se detiene? Bajo mi criterio, por el miedo.

“Si hubiésemos hecho lo mismo con el terrorismo de ETA tendríamos posiblemente 800 personas vivas aquí. Si hubiésemos detenido por el ‘y si’ nada más. Y no se hacía”

Miedo ¿a qué?

El miedo a equivocarse. El miedo a que esa persona reaccione y le haga algo. ¿Es culpa del agente? Yo creo que no es culpa del agente. No tiene poderes para ver el futuro. Si un riesgo da “no apreciado” es igual que cuando se equivoca un juez. Ha absuelto a alguien y esa persona luego mata. ¿Es culpa del juez? Pues no. En ese momento, las pruebas dicen que no es culpable.

¿Qué ocurre? Que los guardias, policías tienen ese miedo al “y si…” ¿Y si va ahora y la mata? ¿Qué tiran? Por la calle del medio. La calle del medio es coger al señor y detenerlo.

Si hubiésemos hecho lo mismo con el terrorismo de ETA tendríamos posiblemente 800 personas vivas aquí. Si hubiésemos detenido por el “y si” nada más. Y no se hacía.

En el caso de su detención, ¿qué riesgo se apreció?

El proverbio de Confucio por el que fui denunciado fue valorado como “riesgo extremo”. Un dato: los riesgos extremos en España pueden ser 6, 7, 8… menos de una docena al año.

Flaco favor declarando un riesgo extremo por un proverbio de Confucio y luego salen condenados que tienen riesgo “no apreciado” o “moderado”.

El tema de los VPR deja mucho que desear. Tanto para abajo como para arriba. Un riesgo extremo por un proverbio de Confucio en un ámbito privado y que te denuncie una persona que llevas sin ver dos años y medio es un poco injustificado.

“Se me redujo, se me agredió y se me sacó engrilletado y de los pelos de aquella casa delante de todos los vecinos. El daño que se me ha hecho a mi imagen es irreparable”

En su caso, como guardia civil, ¿se cumplió el protocolo para las detenciones de las personas sujetas a jurisdicción militar?

Para los guardias civiles, que estamos sometidos a la legislación militar para lo bueno y para lo malo, las detenciones vienen reguladas cómo deben de ser. Si no es un delito en la calle flagrante que te tienen que detener y llevarte, dice bien claro que tendrá que ser un militar de graduación superior a la tuya y de forma que se salvaguarde tu honorabilidad.

En mi caso, se pusieron nerviosos los policías por pedir ese derecho. Estábamos a 800 metros de la dirección general de la Guardia Civil en la cual hay de sobra guardias civiles de empleo superior al mío para efectuar la detención.

Por pedirlo se me redujo, se me agredió y se me sacó engrilletado y de los pelos de aquella casa delante de todos los vecinos. El daño que se me ha hecho a mi imagen es irreparable ya después de estos años. Me costó muchísimo trabajo volver a pisar esa zona y hablar con los vecinos después de aquello.

La ley procesal militar es muy clara en estas detenciones. Otra cosa hubiese sido que hubiese ocurrido en la calle. Pero estábamos en un inmueble, se podía haber llamado perfectamente a un vehículo camuflado y haber pasado la noche, en vez de en un calabozo de la comisaría, en dependencias de la Guardia Civil que es como viene regulado.

“¿Cómo es posible que no tengáis un control y sepáis si yo estoy en condiciones de llevar un arma y me la habéis dado?”

¿Cómo afecta a la hora de atender casos de violencia el haber sido denunciado y detenido por ello? 

Al principio cuesta mucho. Cuesta mucho volver a ser objetivo en estos temas, porque aunque te encuentras con una víctima, te cuesta. Te pones sin querer al lado del hombre hasta que tú mismo tienes que reconfigurar tu disco duro para volver a ser una persona imparcial y objetiva. Se pierde esa objetividad al principio porque te pones del lado de alguien que crees que está sufriendo lo que tú has sufrido.

Luego evidentemente, gracias a Dios, esas cosas las superas.

De hecho tengo que intervenir y he intervenido. Cuando ha habido maltrato de verdad, por supuesto, o algún viso de peligrosidad, soy el primero que actúa y sé tratar a un maltratador como hay que tratarlo.

Hay un asunto de especial relevancia en el caso de miembros de cuerpos de seguridad involucrados en estos casos, que es el uso del arma como herramienta profesional. ¿Qué tipo de controles existen?

Salgas absuelto o condenado vas a estar una temporada sin arma porque es una de las medidas cautelares. Luego, se te da ese arma y tú sales a la calle a trabajar, incluso con mujeres maltratadas. No hay ningún tipo de control psicológico.

Yo después de dos o tres años de la condena por conformidad, lo provoqué. Le dije a un psicólogo de donde yo estaba destinado: ¿Cómo es posible que no tengáis un control y sepáis si yo estoy en condiciones de llevar un arma y me la habéis dado? Entonces me hicieron una valoración que evidentemente salió bien. Pero una evaluación muy superficial.

Ni te llaman, ni te ven… Nada. Por lo menos a los absueltos. A los condenados imagina. No hay ningún control.

Y esas personas salen a la calle. No hablamos de docenas de policías o guardias civiles o militares. Hablamos de miles. Miles y miles. Policías, militares, guardias civiles: gente con arma y que está cara a la sociedad.

“El psiquiatra José Cabrera me evaluó y dijo que no había sido un maltratador, ni lo era, ni tenía peligro de serlo sobre las mujeres y calificó mi proceso de ‘disparate’”

¿Tuvo dudas sobre su condición psicológica o sobre si usted era realmente un maltratador?

La primera condena fue por conformidad. Yo ahora lo veo como una coacción que se me hizo para poder quitarme el pastel de encima y poder volver a mi casa. Aun así yo no estaba conforme y me quedaba la duda si realmente yo podría haber sido un maltratador o no.

Contraté a un psiquiatra mediático, José Cabrera, para que me hiciera una evaluación. Me la hizo, bastante extensa, de casi 60 páginas.

Aparate de que decía que no había sido un maltratador, ni lo era, ni tenía peligro de serlo sobre las mujeres, hizo una especie de diligencia, en la cual decía que se iba a permitir el lujo de, por primera vez en 25 años de carrera, criticar una decisión judicial. Y calificaba todo mi proceso de “disparate”.

Imagina cuando uno lee eso. Se da cuenta de que realmente no es un maltratador y que un psiquiatra, una persona de reconocido prestigio, que no es un chaval que acaba de terminar la carrera, que es un señor forense, formador de forenses, pone que ha sido un disparate judicial todo lo que he sufrido. ¿Cómo te quedas?

About the author: AECC

Ya es hora de dejar de hacer lo conveniente para empezar a hacer lo correcto

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