Sin estupor, pues era previsible, y con profunda alegría, asistimos al desencadenamiento de una guerra civil entre los jueces y las asociaciones feministas, que no son otra cosa que la cara y la cruz del genocidio de la violencia de género, en la que se ha eliminado la presunción de inocencia de los varones y la Justicia se ha convertido en una farsa inquisitorial que ofende al mínimo sentido de la auténtica Justicia.
Los jueces se han corrompido moralmente y se han dejado corromper. No vamos a salir en defensa de la independencia judicial porque no existe. Han generado un monstruo y un negocio inmenso -se lleva alimentado al voraz monstruo con 65.000 millones de euros desde 2.004- y el monstruo amenaza ahora con devorarles. Las asociaciones feministas, del PSOE, que se financian de las subvenciones de los contribuyentes quieren poner ellas las sentencias. Esas asociaciones han utilizado un caso polémico y manipulado con una mujer de Arganda con infinito afán de protagonismo y odio insondable, que debería ser juzgada por presunto maltrato a una menor, para intentar doblegar aún más a unos jueces que están poniendo sentencias delirantes, que están encarcelando a inocentes, que están intentando medrar generando cientos de miles de víctimas, que no persiguen ni una sola de las abundantes denuncias falsas.
Las cuatro principales asociaciones de jueces, de todo el espectro, desde la Asociación Profesional de la Magistratura, Jueces para la Democracia, Asociación de Jueces Francisco de Vitoria y el Foro Judicial Independiente han emitido una nota, con la que no nos solidarizamos en absoluto, porque ellos, los jueces, son parte del problema. En esa nota dicen que “los miembros de la Carrera Judicial destinados en órganos con competencias en violencia sobre la mujer gozan de una formación específica en la materia“. Asumen la ideología de género, el genocidio y se pavonean del terrorismo judicial que se está perpetrando de continuo. En la línea de seguir excusándose dicen que se da “un tratamiento especial y diferenciado para las víctimas de violencia de género”.
Que las asociaciones feministas y las de jueces hayan entrado en conflicto es una buena noticia. Es un signo de la podredumbre de un sistema que se viene abajo y al que hay que ayudar a caer antes de que acabe con nuestra sociedad. La Justicia está podrida y las asociaciones feministas son unas trinconas de subvenciones.
Fuente: Rambla Libre